04. Caballos cansados que llegan tarde a relajarse
Salirse del gusto. Conversación con Manu Szczupak: la importancia de rodear.
Con Manu manejamos la vuelta de Rosario a casa como dos caballos cansados que llegan tarde a relajarse. Nuestra relación tiene ese componente que no se da en todas las amistades pero que a mí me resulta vital: poder estar acompañados pero también poder estar solos acompañados. Cada uno puede estar en la suya y el silencio no es tímido: cara a cara nos encuentra. Mientras esquivamos lo que pensamos que son granizos pero muuuuy naturalmente también lo asociamos con la posibilidad de que sean piedras, le pido que grabe audio desde el celu porque llego tarde a la entrega del newsletter y le planteo la siguiente escena, que sobrevive al tiempo:
A exclama:
-Che me encanta esta disco
a lo que B contesta:
-A mí no mucho pero es bárbaro
Necesito entender qué es lo que pasa con esos discos, con esas lecturas que no nos atrapan en una primera instancia; a las que tenemos que volver y volver y no sabemos si finalmente van a hacerse amigos o si van a saludar solamente para algún que otro cumpleaños. Esos consumos que escapan al me gusta/no me gusta. Tengo un importante repertorio de bandas, discos, canciones, gestos, estéticas que me convocan y me interpelan. Sé que me gustan porque las consumo y me refiero literalmente a que las consumo porque se consumen; pronto algo parecido al hambre me llama y me pide salir a buscar otras. Cuando éramos más chicos esto pasaba cada 1/4 de hora, ahora no sucede tan a menudo. Quizás porque -repito- somos dos caballos cansados llegando tarde a relajarse.
Me parece lindo instituir esa idea de hacer algo que ni siquiera sabés si suena bien o mal porque nunca escuchaste nada así, salirse del gusto. El gusto es un muy mal consejero a la hora de crear. El gusto dejalo para decorar tu casa, para el sistema digestivo.
La historia de Occidente siempre consideró el gusto cómo el sentido más bajo de todos, pero por alguna razón me parece que Melero es un delincuente más conveniente para reponer sobre estos conceptos y además es alguien a quien seguimos desde muy peques. Así que con este pequeño preámbulo le pregunté a Manu por músicas que todavía no hayan entrado en el combo de cosas que le gustan pero que aún así sigue escuchando y no necesariamente le generan un placer de estar en casa, sino que le atraen y, aunque cueste, le gusta seguir intentando entrar. Él tiene algo de que cuando se ceba hablando de un artista que le fascina puede no parar nunca: en un viaje a Mardel se hizo un especial de sus 10 canciones favoritas de The Cure y hoy me habló apasionadamente de Dylan.
Entré a Dylan por él, no por su música. Para escuchar a Dylan tuve que reponer información de otros lados: todas sus entrevistas de los 60 del momento en el que se pasa del formato folk al formato eléctrico bardeando a los periodistas en un delirio místico. Manejaba un modo de cómo decir las cosas, los gestos y la respiración: Allen Ginsberg decía que Dylan era un gurú que proponía una meditación a partir de su propia respiración: no entendés cuando respira, es muy hipnótico. Y esto no tiene nada que ver con su música necesariamente. Él ni siquiera se llama Dylan, viene de un pueblo, es judío, fue católico, pro-israel, comunista, no entendés con quien se lleva y con quien no. Empezó haciendo canciones de protesta y se vendió a Fiorucci.
A veces para entrar a un artista que no te seduce tanto musicalmente tenés que rodearte un poco de su mística: necesitás rodearlo y conocerlo un poco. A partir de que me interesé por Dylan me empezó a interpelar su música. Cuando era chico solamente pateaba la panza cuando ponían Like a Rolling Stone. El momento en que me lo crucé me enganché de una manera muy hipnótica: no es que sus canciones me cambiaron la vida apenas las escuché o algo así. Es un buen artista porque no te tira la data de una ni te dice yo soy esto: está hecho de misterios, empezando por su propio nombre, exalta los sentidos laterales.
El escritor Alan Pauls, en el capítulo de un podcast, habla un toque sobre esta otra instancia -que no es la del gusto- como otro tipo de placer autosuficiente que abre múltiples lecturas y que difícilmente se agota porque siempre sorprende.
Una de las características que tiene la lectura es que toda lectura es residual: deja como unas semillas que quizás no son fáciles de leer o de apropiarse en el momento pero que producen un efecto a largo plazo y que van a estallar cuando se encuentren con algún estímulo en la relectura (...) funciona como minar un campo.
Me parece que el gusto se traiciona no solamente cuando nosotros desconfiamos de las cosas que creemos que nos representan, sino también -en una dimensión más socializada- cuando lxs propios artistas dejan de reconocerse en las cosas que hicieron y se acercan a una distancia que traiciona en un primer momento el gusto del público: nos traicionan a nosotrxs mismos. Pareciera ser además de una llamda existencial, una decisión política, racional, más que un proceso poético de algo que fluye y uno se va con él… a la larga se nos imanta en lo sensible, pero creo que es algo necesariamente forzado, un sinsentido, es el afán por abrir puertas aunque no convenga. Cuando pienso en esto me imagino a escenas tan gloriosas como decadentes: las de Calamaro encerrado componiendo un disco como El Salmón después de tener a medio iberoamérica detrás comprándole millones de discos o al ejemplo paradigmático de Radiohead lanzando Kid A después de haber institucionalizado y monetizado la depresión.
Cuando las cosas nos gustan las devoramos y a su vez buscamos devorarnos las cosas que se parecen a las que nos gustan: hay algo allí, tan favorecido hoy obviamente por la lógica algorítmica (claro, da guita!!) que se agota y que, en ese fagocitar, difícilmente pueda hacer que las cosas que nos dan amor sobrevivan: las estamos matando un poquiiiiito siempre. Creo que de eso habla un poquito Total Interferencia: violamos lo que amamos para vivir.
Por último le pedí a Manu que me diera sus 3 discos de caballo cansado a la hora de volver a casa que le generaran esa sensación de lugar común al que, cual refugio, retoma siempre y nunca lo rebotan y, otros 3 discos a los cuales les gustaría convertir en refugio pero lo sigue intentando. Así que ya saben, si tienen el suyo o si se ponen a pensar en cuáles podrían ser, no duden en mandarme, que me encanta. También les dejo algunas imágenes para que piensen qué tanto se parecen Manu y Dylan fisicamente.
Nos vemos!
Que buenas imágenes que arman tus textos
Explotan las semillas en mi cabeza
Te sigo leyendo y escuchando
Gracias por ambas cosas
Te paso 2 de mis posibles refugios:
-Joni Mitchell, Blue
- Garcia, Clicks Modernos
Lo que raspa, aunque vuelva:
- Emerson, Lake and Palmer, Tarkus